sábado, 13 de junio de 2020

La doble lectura de Moby Dick

Al enfrentarnos a obras monumentales de la literatura escritas originalmente en una lengua que no es la nuestra, siempre conviene realizar la doble lectura simultánea, pues de esta manera rescatamos algo de lo perdido. En el caso de Moby Dick, recomiendo leer la traducción de Fernando Velasco Garrido, experto en Melville, y tener una buena edición en inglés, para revisar aquellos pasajes que nos conmuevan o alguna frase que nos inquiete o nos haga dudar. Incluso, este ejercicio de comparación sirve para determinar el grado de fidelidad de la traducción (opino, a propósito, que Velasco Garrido rescata la fuerza del novelista: ¡Dadme la pluma de un cóndor! ¡Dadme el crácter del Vesubio como tintero! ¡Amigos, sujetadme los brazos!, grita en silencio Ismael (o Melville) en el capítulo 104 de la novela al sentirse agotado por la empresa asumida, consistente en contar la persecución que hace el capitán Ahab para vengarse de su inmenso y odiado Leviatán, el mismo que antaño le cercenó la pierna y le incendió el alma para volvérsela una lámpara votiva de odio vasto.

Recomiendo mucho el sermón completo del padre Mapple, que recrea los dos primeros capítulos del libro de Jonás, los cuales son en el Antiguo Testamento muy breves (entre ambos suman apenas 27 versículos).

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