jueves, 27 de septiembre de 2018

El Mundonláin y el Carnihueso


El Mundonláin es un océano lleno de vida que se mueve y se desarrolla a través de la inmensa red de computadoras interconectadas (interconnected networks). En sus profundidades, hay grutas que pueden aprisionarnos y ríos interiores que nos llevan a escenarios insólitos. Hay dentro de este océano, además, una fauna de diversidad ingente que contiene tanto espíritus transparentes como leviatanes opacos.

Dado que el Mundonláin tiene aspecto de mucha realidad: nosotros, sus habitantes, le hemos concedido vida. Somos como el hada de los cabellos color turquesa que humaniza a Pinocho para premiar sus buenas acciones y redimirlo de su pasado monocromático.

Al otro mundo, el viejo mundo físico, lo llamaremos el Carnihueso.

En el Carnihueso viven los vigesimocrépticos, sobrevivientes del siglo XX convencidos de que la humanidad está en decadencia por culpa del Mundonláin.

Pero advirtamos que en el Carnihueso también viven los pantallescentes, criaturas de aspecto juvenil que se relacionan con su entorno humano a través de internet.

Los vigesimocrépticos enfrentan el Carnihueso de manera grave, mientras que los pantallescentes lo hacen de manera vaporosa. Unos y otros son personas felices. Sin embargo, los primeros piensan que los pantallescentes están tristes y que están desperdiciando su vida. Por su parte, los segundos están igualmente convencidos de que la amargura invade a los vigesimocrépticos y que la vida de éstos es un reverendo despilfarro.

Los vigesimocrépticos insisten en llamar virtual al Mundonláin y real al Carnihueso. Los pantallescentes insisten en llamar tosco, peligroso y decadente al Carnihueso y orgánico, impetuoso y fogoso al Mundonláin. Se equivocan unos y otros: ambos mundos son tan reales como irreales, tan palpables como impalpables, tan ciertos como inciertos, tan tornasolados como plomizos, y como ambas dimensiones son extensiones una de la otra (no son ámbitos cerrados, aunque sí universos paralelos), podemos pasar fácilmente del Mundonláin al Carnihueso, para cubrir nuestras necesidades animales (comer, dormir, entrar en un animal o dejarnos penetrar por otro, lavarnos los dientes, hacer del baño, beber cerveza, etcétera). Eventualmente, en un futuro próximo, resolveremos ciertas necesidades animales sin salir del Mundonláin.

Los vigesimocrépticos se refugian en el Carnihueso y desde él refunfuñan y presumen orgullosos el hecho de no estar conectados al Mundonláin. Sin embargo y con frecuencia, voluntaria o involuntariamente, algunos vigesimocrépticos visitan lo que ellos consideran la Sodoma de los tiempos actuales.

Reconocemos a un vigesimocréptico en el Mundonláin porque está enojado. Pero estar enojado es su manera de mantenerse feliz. Si un vigesimocréptico del Carnihueso muestra un libro o una libreta de notas, lo hace con la arrogancia de quien espeta “mira lo que te estás perdiendo”). El pantallescente, por su parte, observa estos objetos con fascinación arqueológica y una amplia sonrisa de gratitud.

Ese encanto por lo obsoleto y lo obsolescente, es lo que hace que algunos ciudadanos del Mundonláin tengan en el Carnihueso estantes con libros de papel y discos compactos o de vinilo, porque unos y otros fortalecen su idea de un mundo alternativo donde las cosas son más bonitas (sí, claro, el bidé vence estéticamente a la regadera de teléfono, aunque ésta pueda ser más práctica en ciertas circunstancias). El pantallescente que ama lo caduco contempla a los vigesimocrépticos con cierto encanto taxidérmico, pero los aborrece cuando descubre que están inscritos en redes sociales y medio conectados a ellas.

-Estos viejos inútiles no se refugian en el Carnihueso por rebeldía, sino por ineptitud, torpeza e incompetencia. ¡Bien que quisieran ser trending topic, ser la sensación del momento!

¿Y qué comen los pantallescentes, por qué están tan delgados? Escriferio, comen escriferio, es decir, refrigerio que se consume durante una larga estancia frente a la pantalla del escritorio del Carnihueso: zanahorias, manzanas, avellanas… Los vigesimocrépticos insisten en llamar lunch al escriferio, porque –dicen- es muy importante conservar la pureza del español y no andarse con inventos milénicos.

Entre los pantallescentes hay un grupo de gente muy bien educada: los redecentes.

El redecente es una persona que, al estar interactuando en la red, se comporta con buenas maneras. Cuando se le insulta o se le critica su forma de pensar, el redecente responde con una carita feliz (dos puntos y cierre de paréntesis, nada de emoticones prefabricados) y canta alabanzas a la libertad de expresión. Para ello, sigue la escuela del maestro Terry Gilliam y adjunta una creación personal: un pastiche con vocación de meme, en donde el rostro de Voltaire dice algo que nunca dijo Voltaire, pero que contiene su espíritu: Estoy en desacuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo

Ya dijimos que reconocemos a un vigesimocréptico en el Mundonláin porque está enojado, pero también porque conforme se adentra en esa dimensión virtual sus preocupaciones crecen hasta convertirlo en un cibercondriaco…

El cibercondriaco es la persona que, al percibir en sí misma un problema de salud, dedica toda su energía a buscar en la red la prueba de que padece una enfermedad incurable. En su búsqueda, obtiene información valiosa sobre síntomas de enfermedades que desconocía y que ahora detecta en su propio cuerpo.

Pero estar preocupado es su manera de ser feliz, así que encuentra muy valiosa la costumbre de los pantallescentes de tomarse egomentos con el celular***, porque así rescatan el hábito que fundó José Luis Cuevas de tomarse una fotografía todos los días, para observar su decadencia física.

*Esta descripción de mundos nació después de leer The 20 Weirdest Word Added to the Dictionary Because of Technology, de Lindsay Kolowich, texto del Mundonláin que me compartió mi hermana Beatriz, pantallescente de corazón.

**La declaración es una recreación del pensamiento del filósofo francés hecha por la inglesa Evelyn Beatrice Hall.

***Egomento. Palabra cada vez más utilizada para sustituir la cursi selfie. Momento del yo, monumento a mí mismo, autorretrato que demuestra en el Mundonláin nuestra existencia en el Carnihueso.

jueves, 17 de mayo de 2018

El arte de conversar (1)


“A ver…” es una fea muletilla con la que muchos comenzamos nuestras intervenciones y con la que buscamos, de manera arrogante (aunque inconscientemente), imponer nuestra idea de las cosas, expresar nuestra opinión sobre un asunto en particular o fijar nuestra inamovible posición en un debate.

En cualquier caso, la muletilla de marras es una falta de respeto al interlocutor. Lo que estamos diciendo es: “A ver, idiota, te voy a revelar la verdad del Universo”.

Yo sugiero que todos trabajemos intensamente por extirpar dicha muletilla de nuestras discusiones, porque siempre está rellena de desdén y descortesía. Busquemos maneras más amables de exponer nuestros puntos de vista.

viernes, 4 de mayo de 2018

El drive es la alacena

En el mundo de la informática, la voz inglesa “drive” se refiere a aquel dispositivo que lee y/o escribe datos en un medio de almacenamiento: un disco compacto o una unidad de memoria (USB, por sus siglas en inglés), por ejemplo.

También se usa la palabra para referirse a los servicios de almacenamiento virtual (Google Drive es el más conocido).

Por tanto y en cualquier caso, bien podemos utilizar palabras de nuestra propia lengua, cuya riqueza hemos ido atesorando durante los mil años de existencia del español.

Pienso en tres vocablos posibles: depósito (romanceamiento de depositum), cobertizo (lugar cubierto para proteger algo o protegerse uno mismo de la intemperie) y alacena.

De ellas, sugiero elegir la tercera palabra, de origen árabe (alhazána), por su belleza natural y por su carga de semántica doméstica.